Programas de inclusión

VIM es la historia de miles de personas con discapacidad que hemos decidido incluirnos: en nuestras familias y en nuestros propios proyectos de vida; desde nuestra identidad, origen y destino trascedentes; incluyendo, por supuesto, nuestra discapacidad: misma que no evadimos, sino que tomando conciencia de su existencia, nos hacemos responsables de ella.

En VIM estamos absolutamente convencidos de que la conciencia de la discapacidad,  humaniza al mundo; y, de que sólo escribiendo una historia común de rehabilitación, desde nuestra propia discapacidad, hay esperanza de una vida plena y un liderazgo de amor para todos los seres humanos: igualmente ricos y diversos.

Pero cuando las personas no asumimos la responsabilidad de nuestra propia discapacidad, por desconocimiento, chantaje o comodidad; generamos mucho daño a nuestro alrededor: a nosotras mismas, a nuestras familias y a la comunidad a la que pertenecemos. Es en ese momento cuando comenzamos a excluimos y a cancelar toda posibilidad de inclusión.

La inclusión, no es sólo un derecho sino ante todo, un deber: nuestro principal deber como ciudadanos del mundo. Y una forma de cumplirlo es ir en busca de otras PCD igual o más abandonadas: aquellas que están postradas en una cama esperando la muerte.

Los cuatro programas de inclusión que encabeza VIM: Programa de Vida Independiente, Programa de Líderes sociales, Programa de Inclusión Laboral y Donaciones de sillas de ruedas y cojínes antiescaras, son herramientas mediante las cuáles animamos a las PCD a levantarse: para que por lo menos sepan que existe otra opción; pues es un hecho que el primer abandono que una PCD debe superar es el que se ha tenido a sí misma y a su propia discapacidad.

La discapacidad que existe en cada lugar, es precisamente la que necesita para transformarse en una mejor comunidad, mediante el amor que cada discapacidad entraña e inspira. Cada escuela, cada espacio y cada lugar de trabajo, requiere la presencia de una discapacidad diferente que le ayude a tomar conciencia y haga brotar un amor a la medida de sus necesidades más profundas.

Incluir a personas con discapacidad en nuestra comunidad, no puede ser considerado como una dádiva o un acto de caridad; sino ante todo, como un acto inteligente para el enriquecimiento, supervivencia y fortalecimiento de la propia comunidad.